sábado, 29 de agosto de 2009

Perro muerto

Ayer comenzó el tradicional Cata & Vino, pero una vez más no fui invitado. En un salón del hotel W Santiago se están presentando los vinos de una cuarentena de viñas. Es la instancia perfecta para degustar los primeros Sauvignon Blanc 2009.

Sin embargo, no estaba dispuesto a pagar los $ 25 mil de la entrada. Prefiero catar después los vinos uno a uno, y no juntos y revueltos.

No sé por qué, quizás por deformación profesional, igual llegué al famoso hotel. Con mi mujer nos sentamos junto al bar, echados en un mullido tapizado a rayas que combinaba con mi camisa.

Mi amigo Pato me dijo que este hotel no es para venir con la señora, sino con la amante. Pero la Anto estaba fascinada con la decoración posmoderna y la música ambient que resonaba hasta en los ascensores (¿acaso, además de mi esposa, se creerá mi amante?).

Pasaron largos 20 minutos y nadie nos atendía. Pasaban las garzonas por nuestro lado como si fuéramos invisibles. Molesto, me acerqué a la barra y pedí dos martini seco con aceituna: uno en base a gin y otro en vodka. Los trajeron a la mesa en la coctelera y los sirvieron en una copa estilizada y profunda.

Como siempre, a mi mujer no le gustó su trago y lo cambió por el mío.

Unos gringos apostados en la barra comenzaron a mirar insistentemente a nuestra mesa. Le pedí a la Anto que se cubriera su precioso escote.

Fue una velada extraña. El martini tiene esa capacidad de pasearnos por todos los estados. Hubo besos, gritos, lágrimas, risas y nuevamente besos.

También hubo molestia. Pasó casi media hora sin que nos trajeran la cuenta. Este hotel puede ser muy cool, contar con una de las mejores cartas de vinos y licores de Chile, pero la atención es funesta (parece que la W es de George Bush).

Nos levantamos y nos dirigimos lentamente al ascensor. Pensaba que no debimos haber dejado las copas en la mesa, pues la PDI podía identificarnos por nuestros ADN. El portero nos despidió con un gentil "buenas noches, muchas gracias por venir".

Caminamos a casa abrazados y muertos de la risa, como si recién nos estuviéramos conociendo. Sí, definitivamente. Fue mi mejor Cata & Vino.

PS. Estimado Sr. W, ruego enviar su N° de cuenta para hacerle una transferencia.

viernes, 28 de agosto de 2009

Gracias Gracias Gracias

Gracias a todos por los miles de correos que enviaron. Realmente me emocionaron hasta las lágrimas sus muestras de preocupación y cariño.

Quiero comunicarles que mi nariz está mucho mejor. Ya comienza a oler algo. Pude oler, por ejemplo, los primeros brotes primaverales, las prístinas aguas del Mapocho y algunos interesantes vinos, entre ellos la nueva línea de Concha y Toro Gran Reserva Serie Riberas y el Sauvignon Blanc de Casa Silva de la novel zona de Paredones: Cool Coast.

De la serie Riberas sentí el murmullo de los ríos del sur de Chile, esas brisas costeras y cordilleranas que se cuelan por lo cajones para refrescar las uvas que sudan la gota gorda durante el verano. ¿El resultado? Vinos frutosos y frescos que mejorarían mucho con una madera más moderada.

De Cool Coast sentí la fuerza arrolladora del Pacífico. El viñedo, ubicado a menos de 10 Km de la playa, recibe casi sin barreras la intensa y salina brisa marina. La acidez cítrica de este Sauvignon Blanc es notable, como una ola que revienta en el paladar, haciéndonos revolcar en la arena.

Fuimos a Paredones en una avioneta. El viaje estuvo tranquilo pero el piloto descendió muy rápido. Mi nariz mejora pero mis oídos me duelen como el diablo.