viernes, 31 de mayo de 2013

10 Chardonnay que rompen el molde

Después de una larga siesta, donde costaba distinguir un vino de otro, una nueva generación de Chardonnay chilenos despierta nuestro entusiasmo, profundizando en la cepa y en las particularidades de sus distintos terruños. El presente de la cepa es promisorio, pero lo mejor aún está por venir.

Estuvo descuidado. Perdido. Travestido. El Chardonnay, una de las cuatro cepajes fundamentales de la vitivinicultura posmoderna, no encontraba su justo medio. Jugaba en los extremos, con un ritmo cansino, predecible, empujado por las modas imperantes, sin desarrollar una personalidad propia ni menos profundizar en sus distintos orígenes. Cuando se plantó en Casablanca, a principios de la década del 80, pensábamos que su fortuna cambiaría. Incluso, intuíamos, que sería la principal cepa del primer valle costero de Chile y la bandera de los blancos chilenos.

Sin embargo, se cometieron muchos errores. Algunos de ellos por omisión, pero otros derechamente fueron un impúdico atentado contra su naturaleza.

Alentados por el estilo californiano que dominó a partir de la década del 90, vinos gorditos y dulzones, maquillados con una madera con desvaríos hollywoodenses, los Chardonnay chilenos se convirtieron en un commodity, en una pachanga tropical, en un homenaje a la vainillina, en unos fisiculturistas con músculos decorativos, incapaces de correr 50 metros planos sin presentar síntomas de ahogo. La receta se fotocopiaba y pasaba de mano en mano en las bodegas. Cosechar bien entrado el otoño, fermentaciones reductivas en estanques y luego un upper cut de barrica nueva que nos dejaba en la lona.

Otro problema fue el material vegetativo. Como el Chardonnay estaba de moda, se propagaron indiscriminadamente las plantas que estaban más a la mano. Se trataba del tristemente célebre clon Mendoza, una selección masal que atravesó la cordillera sin dar nunca pruebas de blancura. Con aromas demasiado estridentes, y una mezquina acidez, no era el clon para estrenar la nueva generación de Chardonnay chilenos. Hoy se pagan los platos rotos. Muchas de aquellas plantaciones, luego de superar la adolescencia, muestran signos de una vejez prematura, obligando a los viticultores a labores de replantes y a un desesperado juego de ensayo y error con la importación de nuevos clones franceses.

El Chardonnay ya no goza de la incontrarrestable popularidad de antaño -el Sauvignon Blanc lo ha eclipsado incluso en Casablanca-, pero este cepaje vuelve a resurgir con mucha fuerza en los últimos diez o quizás cinco años. La introducción de plantas clonales y patrones, que se han adaptado a las distintas condiciones de suelo y tolerantes a plagas como los nemátodos, sumado a la búsqueda de nuevos conceptos enológicos, han provocado un vuelco cualitativo que se deja sentir en nariz, pero sobre todo en boca.

Aunque aún no logra su consolidación definitiva, y aún encontramos una masa uniforme que baila al ritmo de las cambiantes preferencias de los mercados, cada vez son más los enólogos que han decidido tomarse el Chardonnay en serio, buscando su propio camino, su propia identidad. La vuelta de los fudres y tinajas, de fermentaciones más lentas y oxidativas, y en general el objetivo enológico de construir bocas más firmes y profundas, no sólo permiten alcanzar nuevos umbrales de calidad, sino vinos que pueden crecer con el tiempo, alcanzando otros sabores, otros matices, otras complejidades.

El descubrimiento y consolidación de nuevas zonas vitícolas, como los valles de Limarí, en el norte, y Malleco, en el sur, también han abierto el abanico de posibilidades para esta cepa que hoy se reinventa para mostrar la mejor de sus caras. El respeto al tiempo durante el proceso, la pérdida del miedo al oxígeno, el uso más razonable de la madera, y un genuina búsqueda por resaltar las particularidades únicas de los distintos orígenes, han dado vida a una nueva camada de Chardonnay que despierta entusiasmo y, en ciertos casos, incluso logra emocionar.

TABALÍ TALINAY CHARDONNAY 2011

Es el vino que más me gusta de esta joven bodega del Limarí. Es el más radical y jugado de la dupla conformada por Felipe Müller y Héctor Rojas. Intenso y fresco, como pocos, quizás como ninguno. Cítrico y con un retrogusto salino que hace salivar, invitándonos a beber una nueva, una nueva, una nueva copa. Proveniente de la zona de Fray Jorge, a sólo 12 kilómetros del océano, este vino es hijo de la tiza, la camanchaca y el viento.

DE MARTINO SINGLE VINEYARD QUEBRADA SECA CHARDONNAY 2010

A 19 kilómetros del mar, al norte del río Limarí, Quebrada Seca se ha convertido en un barrio de lujo para los Chardonnay chilenos. Y De Martino y su enólogo Marcelo Retamal han sabido resaltar las características de este paisaje desértico, donde las parras son manchones verdes en un suelo de tonos anaranjados y blancos. En un año de mucha concentración, este vino muestra su lado más potente y mineral.

MAYCAS DEL LIMARÍ QUEBRADA SECA CHARDONNAY 2010

Es el vino que lidera el portafolio de Maycas. Y con todos los merecimientos. Es un Chardonnay intenso y concentrado. Mientras su nariz es elegante, llena de sutilezas, su boca muestra todo su poder y profundidad de sabores. Sin duda el enólogo Marcelo Papa ha consolidado su relación amorosa con el valle y la cepa. Es un vino bien trabajado, que abre el apetito, que invita a esperar… a disfrutar de su gran potencial de guarda.

CONCHA Y TORO AMELIA CHARDONNAY 2011

Proveniente del viñedo Las Petras, a sólo 10 kilómetros del mar, este Chardonnay es todo un referente del valle. No sólo reafirma la vocación de Casablanca por la cepa, sino que muestra una nueva dimensión en términos de fineza y profundidad. La mano de Ignacio Recabarren se hace notar. Es un vino de mucha complejidad aromática, pero por sobre todo con una exquisita textura.

VILLARD GRAND VIN CHARDONNAY 2011

Este vino es un tributo a la paciencia. Al respeto por la cepa y sus tiempos. Charly Villard no tiene prisas y lo demuestra con este Chardonnay que demoró casi un año su proceso de fermentación en barricas de roble francés. Con uvas de Tapihue y Ovalle, en el corazón de Casablanca, seduce por su cremosidad, por su complejidad de sabores, por su consecuencia.

ERRÁZURIZ WILD FERMENT CHARDONNAY 2011

Este vino de domicilio. Casablanca por Manzanar (Aconcagua Costa). Y ganó en complejidad, pero sobre todo en frescura y profundidad de sabores. Fermentado con levaduras nativas, el enólogo Francisco Baettig revela otros aromas, explora otros registros. Con sus tonos lácteos y notas de flores y miel, sumado a una potente acidez, juega con nuestros sentidos, mostrándose a veces goloso, a veces profundamente fresco.

WILLIAM FÈVRE CHACAI CHARDONNAY 2009

Proveniente del viñedo San Juan, ubicado a 900 metros de altura, este vino es el buque insignia de la nueva generación de blancos del llamado Muy Alto Maipo. Es un vino austero en aromas, pero con una tremenda estructura. Vinificado por el enólogo Felipe Uribe, este Chardonnay profundiza su relación con la precordillera, encajonando sus vientos para emprender una larga travesía por nuestro paladar.

CALYPTRA GRAN RESERVA CHARDONNAY 2009

En el sector de Coya, entre las montañas del Alto Cachapoal, donde los días son más cortos y la relación con la naturaleza es más íntima, nace este Chardonnay que vuelve a los orígenes de la enología. Fermentado en barricas de roble francés, este vino coquetea con el oxígeno para entregar aromas y sabores voluptuosos, dulces, pero apoyados por una firme acidez. Es un vino hecho a la antigua, como le gusta decir a su enólogo Francois Massoc.

PANDOLFI PRICE LOS PATRICIOS CHARDONNAY 2010

En Itata se fundó la vitivinicultura chilena y hoy se reinventa, estiliza, reencuentra con sus raíces para demostrar su tremendo potencial. Este Chardonnay de la zona de Larqui, cuyas plantaciones se remontan a 1992 y se manejan a la antigua, sin irrigación, cautivan por un carácter único, original, moldeado por sabores maduros y un tono mineral que se funde armoniosamente con las elocuentes notas de la madera.

AQUITANIA SOL DE SOL CHARDONNAY 2009

Con sólo 5 hectáreas plantadas en 1995, el enólogo Felipe de Solminihac inauguró la denominación de Traiguén (Malleco), mostrando una nueva dimensión para el Chardonnay chileno. En un viñedo rodeado de trigales, despeinado por un constante e intenso viento, sus uvas maduran con mucha parsimonia, atrapando notas de frutos blancos, cítricos y una acidez que impresiona por su frescura y redondez. Firmeza y elegancia, son difíciles de conseguir, pero aquí está la mejor de las pruebas.