miércoles, 23 de marzo de 2016

Las Luciérnagas: Nostalgia de la luz

El emprendimiento familiar del enólogo Felipe Ramírez es un destello dentro del creciente portafolio mediterráneo de Chile. Son un poco más de un millar de botellas de una mezcla tinta de Melozal (secano maulino), pero muy pronto verán la luz otras propuestas.


El enólogo Felipe Ramírez creció en la calle Las Luciérnagas en Santiago. Esa vida de barrio, donde los niños jugaban con asfalto y tierra en lugar de joysticks y pantallas planas, aún sobrevuela en su memoria y la embotella en una mezcla de cepas y emociones. Su padre entomólogo llegaba en las tardes con una bolsa de bichos vivos. Su madre se espantaba. Pero Felipe se divertía. Y grabó en su memoria esos insectos luminosos, el nombre de la calle y cuando la vida quizás era más simple, austera y asombrosa.

“Las Luciérnagas nació de la inquietud que tenemos los enólogos de la industria para expresarte y hacer algo más personal, que implique tu familia y conectándolo con el terroir”, explica.

Felipe es el primero de la familia que se dedica al vino y este proyecto busca aportar y dejar algo a las nuevas generaciones. Al enólogo le llama la atención cuando los viñateros hablan de su historia, de los abuelos y bisabuelos que plantaron las primeras estacas. Junto a su esposa Cinthia, decidieron partir con Las Luciérnagas en 2013, el mismo año en que nació Nicanor, su primer hijo y el heredero de esta novel tradición.

Este primer vino nace en el secano maulino, en un sinuoso campo de Melozal. Es una mezcla mediterránea de Carignan, Grenache y Syrah que ilumina los sentidos con sus notas de violetas, guindas ácidas, hongos silvestres y hojas de tomillo. Esas tierras de rulo y esos cepajes no fueron elegidos por casualidad. El enólogo perfeccionó sus conocimientos en Montpellier y simplemente quedó enamorado de los vinos de Languedoc-Roussillon.

“En ese tiempo no tenía un peso y como estudiante iba con mi botellón de 5 litros a comprar vinos a las bodegas. Allá es súper común que te vendan Grenache o Mourvédre a granel. Era un vino exquisito y con eso me alcanzaba para toda la semana. Volví con ese recuerdo. Por eso hacer vinos en Maule nace de forma súper natural y me hace muchísimo sentido”, sostiene.

Hoy tiene en bodega las cosechas 2013, 2014 y 2015 de Las Luciérnagas, además de un vino fortificado tipo Porto llamado Pequeño Saltamontes que vinifica año por medio. La idea en las próximas temporadas es llegar a una producción de 3 mil botellas de Las Luciérnagas y agregar un Semillón y un País. El enólogo realizó un estudio sobre la cepa fundacional chilena y la ha vinificado de todas las formas posibles y espera muy pronto sorprender con su propuesta.

Las Luciérnagas es un proyecto que reactualiza la nostalgia, apuntando al futuro sin prisa, pensando en los hijos y nietos de Nicanor.